Devenir
imperceptible

Reflexiones, ideas, ensayos

27 de abril de 2025

Trabajas, luego no existes

Vivimos en un mundo moldeado por el trabajo humano. Sin embargo, cuando ese trabajo se vuelve enajenante, dejamos de ser personas plenas para convertirnos en autómatas agotados, androides sin alma que anhelan algo tan básico como descansar.

El capitalismo todo lo coloniza: el tiempo, la fuerza de trabajo, incluso el sueño… hasta los deseos, como lo teorizó Deleuze en El Anti-Edipo. Nada escapa a su lógica de mercado. Ya no parecemos dueños de nosotros mismos; estamos a su merced, atrapados en un sistema que absorbe cada aspecto de nuestra existencia.

Marx lo expresó con claridad en sus escritos sobre el trabajo enajenado: “La desvalorización del mundo humano aumenta en proporción directa a la valorización del mundo de las cosas.” En un sistema donde se exalta el valor de la mercancía, el consumo y el dinero, la vitalidad del ser humano —nuestra verdadera esencia— queda subordinada a la producción. Así, nuestra humanidad se disuelve poco a poco.

La promesa capitalista del aspiracionismo —esa idea de que el trabajo duro, el esfuerzo y la perseverancia te harán rico— resultó ser un engaño. La realidad es que cuanto más produce el obrero, más pobre se vuelve. Matarte trabajando no te hará rico. ¿Por qué? Porque no trabajamos para nosotros mismos. Lo que producimos no nos pertenece, y la ganancia generada no guarda proporción alguna con el salario ni con el tiempo invertido. Existe una desigualdad estructural evidente.

"México es uno de los países que más trabaja y menos produce", repiten titulares de videos y artículos, especialmente durante el debate sobre la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas. Y sí, es cierto, aunque nuevamente se analiza desde una lógica mercantil: “producir”. Se omite que México también está entre los países con los sueldos más bajos del mundo. Pero bueno, algo es algo: en cien años no se ha reformado la jornada laboral. Tal vez haya que esperar otros cien.

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¿En qué momento nos volvimos tan conformistas? La respuesta es simple: nos enseñaron a vivir así.

Pero no todo está perdido. Comprender las lógicas que nos oprimen es el primer paso para subvertirlas. Porque resistir también es una forma de existir. Y recuperar el tiempo, el cuerpo y el deseo no es utopía: es una necesidad urgente.